¿Qué más podía perder?
Hace tiempo compartí en este artículo las dudas sobre el ser fiel a mí misma, al salto que di hace unos años dejando mi «trabajo seguro de funcionaria», la casa que con tremenda hipoteca habíamos comprado, los espacios variados en los que se desarrollaba mi vida espiritual, afectiva, emocional y demás, el colegio en el que los niños se encontraban a gusto, la ciudad en la que estábamos viviendo y algunas otras cosas.
Me preguntaba si mantenerme fiel a mi sueño, era un wishful thinking o confianza en mí misma, si tenía sentido el permitirme vivir lo que interiormente pulsaba desde siempre en mi interior, si atreverme a soltar mi seguridad relativa en busca de mi latido interno sin certeza alguna sobre mi futuro, nuestro futuro, pues ya teníamos dos niños, y especialmente sin ninguna seguridad económica, era demasiado ingenuo o tenía un profundo sentido en mi vida. Yo terminaba una y otra vez sintiendo que o lo seguía o seguiría perdida en mi vida, pero hacerlo no sólo no era fácil o sencillo, sino que implicaba la desconfianza de nuestro entorno familiar y afectivo a nuestra arriesgada decisión y me confrontaba a desafiar mi mayor miedo: aceptar que todo lo que yo podía ver, sentir, entender y los demás no, podía volverlo no sólo mi modo de vida, sino también mi manera de colaborar con el mundo a hacerlo mejor. Algo que ha marcado mi rumbo siempre.
Después de haber estado clínicamente muerta tras un desastroso parto, por no escuchar a mi pulso interno y tras una profunda crisis personal, me decidí a dar el salto a seguir a mi corazón, y tras tiempo de no arrancar, de ver cómo la tormenta externa seguía y seguía año tras año, cómo devoraba mi vida familiar, mi vida económica, la seguridad de mis hijos y me hacía dudar una y otra vez de mí, un día me rendí. Y cuando digo me rendí, no quiero decir que tiré la toalla, quiero decir que dejé de luchar. Dejé de resistirme. Comprendí que estaba en el fondo llena de miedo. Que a pesar de todo… mi miedo estaba ganando la batalla. Solté el miedo y todo comenzó a encajar y a fluir… Pero para llegar a ese momento pasé el infierno… tuve que morir antes de renacer… Sigue leyendo